Bienvenidos al único lugar donde la ficción conspirativa y especulativa para sacar a Esteban-de-Jesús de su sillón de Miraflores tiene el protagonismo de las verdaderas obsesiones políticas de un globovisionario de a pie.
Cada dia constatamos en nuestro pequeño mundo, que la redes sociales tienen un impacto en las colectividades de todo género, nacionalidad, afiliación política y grupo social, generando el manejo de abundante información e intercambio de la misma entre muchos individuos , con una rapidez y eficiencia como quizás, nunca se pudo constatar en otras épocas: mucha gente, en menos tiempo, comunicándose y compartiendo conocimientos, sueños, proyectos e imagenes, la aldea global en todo su esplendor y miseria.
Existen varias maneras de clasificarlas o catalogarlas , esta es una más entre ellas, que ponemos al alcance de ustedes queridos lectores, amigos, adversarios, panitas, ciudadanos todos :
" * Las redes sociales por filiación son aquellas que se generan de forma espontánea en los grupos y cuya presencia imprime un clima de camaradería e identificación. Aunque no suelen considerarse formales, estas redes sociales permiten el flujo de la información de manera expedita y con altos niveles de calidad.
* Las redes sociales por conocimiento son aquellas que responden a intereses propios de la organización pero con un alto grado de interés personal, se generan para agregar valor a los procesos, mejorarlos o crearlos.
* Las redes por contexto o demanda responden a las funciones propias vinculadas a un cargo o a un grupo de ellos, la misma labor genera la integración de estas redes y las pone en movimiento, la empresa es quien marca la pauta de acuerdo a sus intereses y objetivos"
Vaya esta reflexión, a propósito de una nueva red que entra a formar parte de esa Virtualidad que nos envuelve, podriamos llamarla una red híbrida ya que contiene un tantico de cada una de las arribas mencionadas, todas lo son valga la acotación, pero esta nueva web destaca , al tener la "misión" de dar a conocer las "nuevos" postulados de Esteban a través de sus cloncitos, nuevos estebancitos que se dedicaran entre otras menudencias , a seguir regando la buena nueva que ignoramos por el bombardeo tecnocrático y disociado del imperio, que tiene obnubilada nuestra razón y ha menoscabado la fe en el ideario estebanciano, que al al sentirse amenazado por las fuerzas oscuras de allende la mar , ordena crear esa página , para tenernos al tanto de sus siniestros propósitos ( los del imperio oscuro se entiende , porque ya los de Esteban están a la vista)
Su nombre es Bicentenario 200 y nace al amparo de las celebraciones, que con toda pompa y circunstancia, Esteban prepara en razón del Bicentenario de nuestra independencia del otro imperio y reunirá a los más granado de la juventud roja, rojita( o más bien rolliza) que sigue al comandante en lo que él disponga .
La página aún no toma vuelo, pero es bueno hacer notar que empieza mal al tener algunos errores , por no decir terrores ortográficos, usando la frase acuñada por el letraliano amigo Jorge Gómez, un botón de muestra: ver el apellido de nuestro Esteban escrito en su versión de portuñol sin contar la ausencia casi sistemática de acentos. que por pequeña no deja de ser notable pues la idea entre otras es presuntamente desmontar la conspiración semántica que nos ataca desde todos los frentes.
Los gazapos son comunes: una tecla mal pisada, una distracción ocasionada por terceros, un lapsus mental derivado del café o del poco dormir, producto de tanta maquinación perversa que obliga a esparcir la mala semilla de la desinformación a una velocidad que supera nuestros mortales organos de percepción.
Pero es bueno que se tome en cuenta que , es en el comienzo, cuando los errores se pueden enmendar , pero no podemos contar con esa necesaria reflexión dado que, en once (11) ños de deslices "estebancianos", podemos constatar que el dicho aquel que reza "el hombre es el unico ser que tropieza dos veces con la misma piedra", se cumple inexorable y fatalmente en ese proceso, que no aprende ni sabe reciclar los "nuevos" comienzos que nos promete y que , aún ,con resignación heracliana tenemos que escuchar.
Vaya nuestro saludo de bienvenida a esa nueva página, augurándole un futuro tan resplandeciente como el que Esteban nos desea a todos.
Por Anónimo(creo que ya no tiene mucho sentido seguir reafirmando el miedo que tenemos de firmar con nuestros nombres)
Gallegos cree que estoy obsesionado con él. En las noches, cuando hago la ritual travesía al baño, descubro su sombra proyectada contra alguna pared de la casa. Una sombra inmutable. Una sombra que espera algo. Una sombra que me dice que estoy obsesionado con él. Y yo le pregunto que si no tiene nada más que hacer más que perseguirme en las noches del siglo XXI para comprobar que todavía alguien lo recuerda, y él me responde muy ofendido que muy bien podría estar charlando con otros amigos en la Eternidad, pero que comprende que yo comprendo la importancia de su legado para el país, y que yo estoy obsesionado con él. Y yo pienso: vaya con estos viejos nostálgicos. Y yo pienso que se parece a tantos viejos jubilados a quienes después de su retiro una inercia les impide dejar de volver a trabajar porque descubrieron en algún momento (y esto supondría un pequeño drama privado, de lágrimas tragadas a nudo en cuello o palizas alcohólicas en alguna tasca de la ciudad) que ya hacía mucho se habían jubilado de la vida y sólo les quedaba el consuelo de sentirse útiles trabajando. Y yo veía en la sombra proyectada en la pared la melancólica postura de quien se resiste a no ser útil. Así que le hablo de descansar, de olvidarse de este país y este mundo que, a decir verdad, ya se fue al carajo y el último que apague la luz, aunque en este país ya ni eso. Y Gallegos muy airado contesta, con esa voz entre tempestuosa y sibilante propia de las almas en pena, que nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclarar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo. Y yo asiento muy complacido con lo que acabo de escuchar, con el aplomo de las palabras de Gallegos que aún resuenan, que aún desde el más allá batallan, y no pienso, o no me detengo a contemplar, que las palabras de Gallegos ya las conocía, que ya las había leído, que ya las había memorizado luego de una lectura emocionada de una novela de Cortázar. Entonces recuerdo haber pensado que todo esto era producto de mi imaginación, que estos trasvasamientos eran mi culpa y que nada de esto estaba pasando, y que esa sombra no era la de Gallegos sino la mía propia proyectada sobre la pared por un reflector de la calle. Y de pronto todo fue silencio, y la compasión que de pronto sentí por Gallegos, por su aplomo, por su empecinamiento en ser útil a los "destinos de la patria" aun desde el más allá se borró por la nostalgia que de pronto empecé a sentir por la figura de Gallegos, por la figura del intelectual ascendiendo a la presidencia de la República por elecciones libres y directas. De momento la compasión por Gallegos no era sino un reflejo de la compasión por mí mismo extrañando los tiempos en que un civil, un intelectual, podía ser electo para dirigir mi país. Y luego la sombra desapareció. Y luego recordé que la sombra era mi sombra. Y luego desperté de esa dulce modorra de la tristeza que te sorprende a mitad de un pasillo durante alguna madrugada del siglo XXI y me di cuenta de que la luz se había ido otra vez en todo el sector, que por eso mi sombra había desaparecido y que pronto, a este paso, empezarían a proliferar nuevamente los mitos de espantos que el imperio de la luz eléctrica había erradicado del todo durante el siglo XX de la imaginería urbana. Mi país retrocedía al igual que yo desandaba el camino al baño no fuera a ser que en el camino se me apareciese el fantasma de algún expresidente melancólico y nostágico y lo tuviera que encarar.
Prefería aguantar las ganas de orinar hasta que amaneciera.
Muerto el perro, se acabó la rabia, dijo alguien, pero no se supo quién.
Lo que sí se sabe es quién es el perro y de quién la rabia. Sépase que la rabia no es del perro, no, decía uno de los presentes (no se podría saber quién, había un problema visual: el relator era ciego), la rabia es del pueblo, la ira es de la gente, es más, o mejor dicho, la furia es de nosotros, porque los jodidos somos nosotros, siempre lo hemos sido, pero, quizá no siempre lo seremos. Y, el perro, aún no muere, pero ya morirá, dijo otro.
Ya vamos a empezar, falta Botticelli, piensa Picasso.
Miguel Ángel, con parsimonia ridícula, como si abriera un frasco de TNT, está destapando lentamente la primera botella. Hay cuatro botellas de ron incluyendo la que ahora está abierta. Debimos comprar whisky o cerveza, pero ya qué carajo.
Me molesta el humo en la cara, parece que me persiguiera sólo a mí, al más güevón, al que no fuma, debería empezar a fumar a ver si deja de buscarme… Me arde la garganta, no encuentro ni una bocanada de aire. Esa serpentina de seda gris, sinuosa, fantasmagórica, se desprende del cigarrillo que se aferra ligeramente a los labios de Renoir. Él y sus malditos cigarrillos, fuma como una puta presa.
Afuera se escuchan las rechinantes cornetas ahogadas en el tráfico. Como una garra que lo destroza todo, penetra el rugido incesante de los autos, de los autobuses, soltando sus vómitos negros hacia el cuarteado y desgastado cielo, tal vez intentando sellar las grietas que han causado (los vómitos rojos) los motores pasando aceite y que seguirán causando aún mucho después del después de todo.
¿Quiénes serán estos tres tipos?... Bueno, no me importan, tal vez los trajo Picasso. Pero es mejor no confiarme de nadie, ni siquiera de mis mejores momentos de lucidez, el más enano de ellos tiene pinta de rojizo. Ahí está Botticelli. ¿Qué habrá pasado? Parece que hubiera visto al Diablo.
—¡Tenemos que largarnos de aquí pero lo que se dice ya! —dice Botticelli— Recojan todo, dos minutos y comenzamos a salir, de dos en dos. Nos vemos mañana en La Veinticinco a las diez.
—¿Pero qué coño pasa?
—Nada, que nos echaron paja. Alguien se rajó. Afortunadamente la paja cayó en un oído de los nuestros.
—¿Quién coño fue?
—No sé, pero sabré. Mañana nos vemos a las diez de la noche en la veinticinco.
La Veinticinco. 10:13 pm.
En el dogout del viejo estadio hacíamos las reuniones, éramos apenas unos carajitos ilusos tratando de cambiar el país, de eso ya hace ocho años. Era un buen lugar el estadio, sin dudas. Hubiésemos podido esconder las armas ahí. Ahora estamos en La Veinticinco, qué cagada, ya no queda nada privado ni de nosotros en esta mierda… Seguro el delator no está aquí hoy. ¿Quién será el jeta suelta? Cuando sepamos ya verá lo que le sucede a los sapos.
No son muchos los guardaespaldas. Será fácil porque él jamás se lo espera de venezolanos (¿su pueblo?, ¿su gente?). Se lo espera de los gringos. O tal vez sí se lo espera de venezolanos, pero ayudados por los gringos. Se arregla esta vaina o se termina de joder. Siempre han dicho que una guerra civil y tal, pero qué coño, nos reventaremos a plomo limpio. Lo que sea para devolverle al país lo que le fue arrebatado, esa tranquilidad del ignorante, la ignorancia es dicha.
El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura, dijo alguien, y fue Unamuno. Sin embargo, si algunos terceros pudieran estar reunidos todo el día en La Veinticinco, y parte de la noche, sabrían que en este país ya no basta con darle cien veces ni mil, escucharían el constante e incansable martillar sobre el metal en el taller de Cheíto. Aquí mismo puede verse y escucharse, no a alguien que se sienta –a veces– en la silla de Miraflores y que la mayoría del tiempo está viajando por el todo el mundo, no, es aquí, un poco más cerca, a media cuadra de La Veinticinco, donde un hombre de cincuenta y ocho años, con pequeñas gotas en la frente –tal vez de sudor–, se nutre la esperanza con el sueño (inconsciente, quizá no) de arreglar un país, reparándolo todo a martillazos y a lija, con la piel de las manos como forradas en concreto, con un tiempo que se le evapora sin poder condensar nada de él ni para reparar el portón del garaje donde latonea los carros, él mismo portón que los tipos aquellos le torcieron para sacarle las herramientas con las que intenta, con miles de brazadas de diferencia, ganarse (y ganarle a) la vida.
Otra vez los tipos estos. No pudo haberlos traído Picasso. Picasso no conoce ni a su madre, es como un miserable ermitaño, un perfecto misántropo. Pero siempre intentan hablar con Picasso. Renoir debe saber:
—¿Quiénes son esos?
—No sé, dicen que son unos carniceros, dizque unos tipos con bolas aceradas.
—¿Ajá?
—Sí, dizque unos matones con mercurio en la venas.
—¿Ajá?
—Dizque serían capaces de matar a sus propias madres.
—¿Ajá?, ¿y quién los trajo?
—Los trajo Miguel Ángel.
—¿No habrá invitado también a unas putas para que nos terminen de joder?
—Tranquilo, Da Vinci, tú y tu prostitufobia, deja los nervios. Miguel Ángel no es ningún loco.
—¿Ningún loco? Locos vamos a quedar nosotros cuando ni nos demos cuenta de quién nos partió el culo. Aquí se vuelve loco cualquiera al que le den a oler billete del grueso, de ese que aparece en un monitor. Por eso es que está loco ése que vamos a bajar de donde está montado.
—Ya, deja el cague que Botticelli no nos va a dejar caer… Mira, acaba de llegar.
—¿Estamos todos? —pregunta Botticelli.
—Sí, jefe, tal vez falta el hijo de las mil putas que nos sapeó. O tal vez está aquí mismo entre nosotros, quién sabe.
—Calma, Da Vinci, calmadito, te necesito calmado. Ya resolví lo del sapo y no está aquí… Picasso, dime, ¿cómo está ese pulso?
—...
Picasso no quita la mirada de Botticelli, no pestañea: una mirada metálica, fría, hueca. Asiente, baja apenas unos centímetros la cabeza y la regresa a la posición original.
Este Picasso tiene los nervios de hierro, piensa alguien.
—Así me gusta, Picasso, que tu pulso sea mejor que el de tu nombre. Ya llegaron las armas, están en el cementerio, en la tumba Rembrandt. El viejo Moncada se portó a la altura, ese viejito es de los buenos, de los que no se oxidan.
—Jefe, ¿dónde está el tipo ahorita? —prengunta alguien, tal vez Da Vinci, pero no es seguro.
—Está en Bolivia. Llega mañana porque pasado mañana va a venir el Castro. Lo haremos como lo planeamos. El día de la marcha. Después de que Castro se vaya, que eso será el sábado, nos instalamos, con todo, donde Miguel Ángel que ya debió haber arreglado lo de la conserje y el italiano de la zapatería.
—Arreglado.
—Renoir, ¿cómo vas con Tintín?
—Listo: banderas, franelas y gorras rojas de las más comunes.
—Miguel Ángel, ¿cómo están Atos, Portos y Aramis?
—Mírelos, podrían dar el coñazo hoy mismo.
—¿Hay alguien que no esté listo?
—...
—¿Alguien quiere agregar algo?
—...
—Okey. Ahora, vayan a sus casas, descansen. Nos vemos mañana aquí mismo, a la misma hora.
¿Valdrá la pena toda esta mierda de matar al loco? Lo que me asusta es que se ve demasiado fácil. Por supuesto que a Picasso no le importa porque no tiene ni madre ni esposa ni hijos ni un carajo, su vida es ese rifle. Pero yo, dejar a Marta y a Laurita, solas, en este país de mierda, pero mierda porque en eso lo convirtió ese estómago autoritario... Aunque si acabamos con él todo tal vez iría mejor, (¿cómo que tal vez?, claro que iría mejor) y ya no sería tan duro para ellas. Al menos nadie les quitará lo que yo les deje, que no será mucho… Ya pienso como un muerto que pudiera pensar, será mejor que descanse…
La Veinticinco está prácticamente desierta: la ocupa un viento débil que no encuentra asidero ni escape de aquel callejón sin salida y donde, desesperadamente, una cálida brisa intenta diluir el rojo graffiti de viva la revolución que se aferra al friso de la pared de Cheo y que tiene una equis negra intentando inútilmente tacharlo. El reflejo de la bombilla del poste que deja caer una franja amarilla en la calle no se inmuta con los martillazos del frente, los ignora totalmente. Buscando la salida de la calle ciega, y luego subiendo por la carretera, comienza a disminuir el sonido de los golpes sobre el metal. Cien pasos más y ya no se escucharán. Pero comenzarán a oírse, a medida que vaya apareciendo la plaza, ya en la primera esquina, los ronquidos de la vieja Altagracia que, aprovechando la penumbra que circunda la estatua, duerme plácidamente a los pies de un Bolívar entristecido por su actual país, tal vez logre reponer las fuerzas suficientes para encarar este otro nuevo día que ya comienza, y que de “día nuevo” para ella, sólo tendrá un día menos en su vida.
La Veinticinco. Día siguiente. 10:10 pm.
Lograron escapar Da Vinci y Miguel Ángel y algún otro (no se recuerda quién) de aquella sangrienta afrenta. Escaparon no muy ilesos, pero no como quien escapa, huye, o llora en una celda después de recibir un Golpe de Estado, no, no por cobardía, sino para no rendirse, y no lo hicieron.
Moriremos, pero no hoy, no sin intentarlo, decía uno (o pensaban todos). Se escondieron nueve meses en la dulce miseria de la esperanza, y volvieron a nacer. Para entonces se habían unido Monet y Van Gogh. Fueron recorriendo el país incansablemente, como ratas pero sin rabia, o con rabia pero de la buena. Cheo ya había dejado de darle al martillo, pero por él habían nacido cientos, y miles de equis sobre los viva la revolución, y los que no tenían equis tenían un agregado inmenso pero en Cuba.
Eso tenía escrito alguna de esas desteñidas hojas que una única vez tuve la oportunidad de leer. Quizás sea el diario de un difunto cobarde o los planes realizados de un valiente soñador. Supongo que pronto lo sabremos.
Dos años después.
La Veinticinco. 10:37 pm.
La misma Veinticinco ya no es la misma después del después de todo. Todavía hay celebraciones allí. Parecieran no terminar. Por ahora hay planes de que será un monumento a La Libertad Inefable. Por ahora no, ¡hay que celebrar, carajo! Hasta que reviente el hígado. Ese frasco de TNT que abre Arturo… Es decir, Miguel Ángel, debe ser el mil y pico.
*El autor de este relato fue el único dispuesto a firmar con su propio nombre. Sin duda un valiente —dirá su lápida.
Estas son las grandes batallas que debemos luchar y ganar, las pequeñas, pues las otras, amigo, las grandes de este mundo están en manos de otros y las perderemos, por esos debemos ganar éstas , las nuestras, las más importantes.
Santiago Gamboa El síndrome de Ulises
El síndrome de Ulisesha sidodefinidopor SAPPIR ( Servicio de atención psicopatológica y psicosocial a inmigrantes y refugiados) como el consistente en " una situación de estrés límite, con cuatro factores vinculantes: soledad, al no poder traer a su familia; sentimiento interno de fracaso, al no tener posibilidad de acceder al mercado laboral; sentimiento de miedo, por estar muchas veces vinculados a mafias; y sentimiento de lucha por sobrevivir..." (Wikipedia dixi).
Podemos deducir sin necesidad de una reflexión erudita, que no es uno de los objetivos de nuestra bipolar página, que la sensación de extrañamiento de aquellas situaciones en que el individuo se ve expuesto a las inevitables diferencias culturales, sociales y económicas, que inciden en sus estabilidad emocional, derivadas de su condición de extranjeridad y la poca o mucha capacidad de adaptación que demuestre tener ante lo que le es ajeno, tiene un esquema que ya puede ser diagnosticado y posiblemente, de ser tratado a tiempo o al desaparecer la situación que causa tal psicotología, la persona será capaz de integrarse nuevamente a la dinámica de lo cotidiano; es una mera especulación sociohistérica de nuestra parte pero ¿Que pasa o pasaría en aquellos casos en que uno, ciudadano corriente ( por todo lo que ahora le toca vivir a contrareloj) acostumbrado a las rutinas , horarios y vivencias del dia, en un plano de pequeñoburguesa normalidad , de repente, encuentra que su junta de condominio de la anoche a la mañana se convierte en ua especie de comando de operaciones de NCIS porque el vecino del Piso 3, apto 22.-A es, posiblemente miembro de un circulo bolivariano, o sea un potencial informante que nos toma una fotografia cada vez que le damos los buenos dias en el ascensor ? ; O que de repente estás en babia viendo la escena final de la novela que , religiosamente has seguido durante meses, y se ve interrumpida por una cadena "estebancial ", caballito blanco de por medio,y banderita tricolor batiendose en sentido contrario a la ley de gravedad que te anuncia la novedad de la inauguración una nuevo tanque de agua en San Fernando de la Iguana , además por cuarta vez , en lo que va de década?, O que miras , cada cinco minutos el reloj con los nervios de punta , mientras escribes atropelladamente en el teclado , porque en cualquier momento se hace el negro en la pantalla de la computadora y , por supuesto se te olvidará, posiblemente guardar lo último que escribiste. Sin contar que ya no recuerdas el último bautizo, matrimonio, sanchocho caimanero o funeral en que tu Tia Hermelinda te dio la bendición , porque aquel 31 de diciembre de 1999, alentado por los vapores etílicos le dijiste que Esteban era más feo que un dolor de barriga y más malo que Guardajumo y ella te hizo la cruz por ofender la majestad "estebancial " ; o que al panita aquel, si ese mesmo que iba a tu casa , y tu máma siempre le ofrecia la arepita, recién hecha ,además la más grande (¡ Fulanito(a) es tan cuchi , buena gente, decía tu cándida progenitora, además su mamá no le cocina seguro ! ) cuando lo ves ahora rodeado de anillos de seguridad voltea los ojos y te niega tres veces si le pides una cartica de recomendación porque , ya sabes, la lista jacobina te marcó con tinta indeleble roja,rojita, comprendiendo hoy y ahora porque su mamá no le cocinaba.
Esta especie de lucha contra los elementos ( no los naturales , sino contra Esteban y su corte de los milagros amaestrada) debe hacer (hacernos ) sentir a todos ciudadanos de a pie, de buseta, Metro, mototaxi, peatones todos, una "sensación" de otredad, de "ningunes" existencial , de extrañamiento institucional, como si de pronto estuvieramos llegando a un territorio en el cual,oh sorpresa , nos dejaron botados sin mapas, sin GPS ni brújula y de paso con la advertencia de solo comunicarnos por el lenguaje de señas entre un montón de "otros" que , Oh fortuna , son ciegos...
Presumimos que esa nueva forma de ajenidad pero interior, dentro de la patria mesma , es a la que hace alusión el destacado narrador y periodista Alberto Barrera Tyszka , en un artículo publicado en ese pasquín de la oligocracia disociada que es el diario El Nacional; acá se los dejamos, sujeto a su consideración a los fines concernientes:
Extranjeros/ Alberto Barrera Tyszka
" De pronto tengo la sensación de que estoy en un país extranjero.
No reconozco ni entiendo lo que ocurre.
Siento un desconcierto que, lentamente, va dando paso a una extraña impotencia. Como si de repente hubiera caído en mitad de un país lejano, cuyas costumbres y formas de relación me resultan incomprensibles. Amaneciste en Indonesia, Barrera, ¿qué tal? Un ejemplo: las cadenas. Hay dos cosas que siempre me sorprenden y me dejan con todas las vocales volteadas. Lo primero es ese empeño del Presidente por hacernos creer que todo es repentino, que se trata de algo inesperado. Cualquiera que haya trabajado en radio o televisión sabe que, con suficiente antelación, un despacho público avisa a los medios privados que deben encadenarse a la señal del Estado. Esto hace todavía más patético lo segundo: el sketch que muestra al público de un acto oficial pidiéndole una cadena al Presidente, como la masa desaforada que le grita a Juan Gabriel en un concierto: ¡"Querida"! ¡"Querida"! ¡Canta "Querida"! La escena promueve una forma de placer perversa. Me complace someterte. Me hace feliz obligarte a verme, imponerte mi figura, mi voz. El mismo Presidente, hace pocos días, en un acto público, tras el numerito que acabo de narrar, exclamó lleno de alegría que, cuando eso pasaba, los escuálidos se molestaban y se morían de rabia. El auditorio volvió a aplaudir. Con gozo.
Como si condenar a una cadena a los sectores más pobres del país, que son los que no tienen cable, fuera una victoria política. Que el sufrimiento de los otros sea una forma de la felicidad, no parece una pasión demasiado saludable.
Otro ejemplo: el culto a la personalidad. Con el carisma de Hugo Chávez, el Gobierno ha construido una industria.
Probablemente es la empresa estatal más eficaz, más rentable. Se trata de una desproporción militarmente organizada.
Es un exceso trabucado en rutina. Tanto hablar de marxismo y resulta que Chávez se ha convertido en una mercancía, en la mercancía más importante del socialismo del siglo XXI.
Cuando veo y escucho cómo se comportan algunos compatriotas, suelo quedar demasiado perplejo. Me cruje la identidad. No nos reconozco.
Hay una suerte de postración devota, de constante gimnasia testicular, que me resulta perturbadora. Cada dos o tres frases de pronto, como si fuera normal, aparece una mención, una alabanza. Que si "como usted dice, comandante", blablá-blablablá. Que si esto y lo otro, "gracias a que usted lo ordenó, comandante" y etcétera, etcétera. Que si "no hubiera sido por usted, comandante, que tuvo la idea" y patatín y patatán. Es un protocolo nuevo, que no conocíamos, que no practicábamos. La veneración social. Siempre, además, con el rango militar por delante.
Poco a poco, el vocabulario civil se va borrando del idioma público. Amaneciste en un cuartel, ¿cómo la ves? Antes de que se me acaben las páginas, un ejemplo más: la incoherencia oficial como el orden natural del país. Lo que pasó este jueves puede resultar emblemático. En pleno plan de racionamiento eléctrico, al mismo tiempo que aparece como protagonista de una propaganda en la televisión, el Presidente convoca a un juego de beisbol, a las 7:00 de la noche, donde él departirá deportivamente con más de treinta peloteros venezolanos de las grandes ligas. Menos mal que aquellos sectores del país que, a esa hora, no tuvieron luz, tampoco pudieron ver el espectáculo del gran estadio iluminado en Fuerte Tiuna.
El derroche de vatios es un detalle sin importancia. Porque nada de lo que haga Chávez es contradictorio. Su lógica personal ha desplazado la lógica colectiva. El Presidente puede pedirte que te bañes en tres minutos, puede exigirte que recortes el uso de energía en tu casa, pero también puede organizar una caimanera privada de beisbol, para despedir a los beisbolistas nacionales que... ¡se van a jugar al imperio! ¡Al corazón mesmo del capitalismo que todo lo pervierte y que pasa los días planificando cómo invadirnos!
Las relaciones entre la retórica oficial y aquello que llamamos realidad, por momentos, nos pueden sacar de la geografía. O peor: pueden dejarnos dentro pero con la rara sensación de ser extranjeros en nuestro propio patio. Hay que vivir traduciendo todo: eso que llaman "revolución" es como un golpe de Estado en cómodas cuotas. Cuando mencionan "socialismo del siglo XXI", no trates de comprenderlo: es una expresión muy particular, que no tiene una traducción exacta. Cada día varía su significado. Si escuchas decir que "ser rico es malo", piensa que están diciendo todo lo contrario. De eso se trata. Amaneciste sentado en el absurdo, ¿cómo te sientes? "
Mi relación con Esteban comenzó con un sencillo cruce de miradas. Él era perseguido por reporteros insistentes, cámaras fotográficas deslumbrantes, video-grabadoras con lucecitas rojas titilantes. Así lo vi por primera vez. Hubo algo en él que simplemente me dejó una sonrisa en el rostro, hubo algo en él que me hizo pensar que yo debía estar a su lado eternamente. Entonces sucedió el gran momento: el cruce de miradas. Él simplemente dejó su ojo izquierdo voltearse bizcamente hacia donde yo estaba. Yo sólo le respondí con un parpadeo. Supimos que nos pertenecíamos, pero nunca imaginé que luego él sería el único dueño de nuestro amor, y yo no tendría poder ni sobre el pedacito más mínimo de su corazón. Esto último tardé tiempo en vislumbrarlo, y por eso la historia continúa.
Esteban es un hombre impecable a primera vista y bastante desastroso a tercera. Su problema del ojo izquierdo siempre ha representado un inconveniente para los que lo rodean. Recuerdo el día que se lo presenté a mi madre. Fue un momento de total confusión, ella no terminaba de entender si él la veía a ella al hablar o si simplemente hablaba al aire como manera de difundir con altavoces sus pensamientos. Si hay algo que me ha cautivado de Esteban ha sido su forma alta de hablar. Me recuerda que siempre está ahí, que no se ha ido a ningún lado.
Cuando Esteban y yo decidimos dar un paso importante en nuestra relación al irnos a vivir juntos, mi vida dio un vuelco. Me encantó cómo él decidió con bastante firmeza de qué manera viviríamos, cómo respetaríamos nuestros momentos privados, quién cocinaría, quién haría las compras, quién pagaría las facturas. Al principio él se ofreció muy amablemente a cargar con todos los gastos del hogar y eso me alivió y me hizo asegurar que había elegido al hombre correcto para vivir. Pero más adelante todo empezó a cambiar.
Con Esteban siempre he vivido momentos llenos de altibajos. Recuerdo que cuando estábamos equipando nuestra nueva casa Esteban fue a casa de mis padres y decidió llevarse todos sus muebles, calmando los llantos desesperados de mi madre diciéndole que eran sólo objetos, que ya habían disfrutado por mucho tiempo de esos corotos y ya era hora de compartirlos. Las lágrimas de mi madre pararon después de que se acostumbró a vivir sin sus muebles.
Recuerdo también muchas de nuestras lunas de miel, en una de ellas él me preparó una cena romántica en casa. Comimos un rosbif con papas fritas y una Coca Cola bien fría (mi comida preferida, él me complace de vez en cuando) y luego preparó nuestro jacuzzi para un baño sensual con unas taparas de plata. Ese día me dijo que prefería que hiciéramos el amor bajo la luz de las velas. Al día siguiente mi vecina me contó que no pudo terminar de ver la novela de las once porque la luz se había ido. Yo me quedé intrigada con saber que había pasado en “Amores de calle”.
Vivir con Esteban no ha sido fácil, pero les confieso que con el pasar de los años me he ido acostumbrando. El amor no es fácil, pero no puedo negar que el placer de tenerlo al lado, y sentir que él es único en el mundo, que no hay nadie como él, que él es capaz de sorprenderme siempre, de hacerme sentir suya y sólo suya, es único.
La convivencia con él, el día a día a su lado, me ha hecho pensar si realmente me merezco a alguien como él. A veces pienso que él simplemente debería vivir sólo, en una cúpula de cristal que lo cuide y lo proteja, que no lo deje salir y donde nadie pueda hacerle daño. Él se merece estar en las tranquilas playas de Cuba, ahí sería feliz, siempre me menciona lo mucho que disfruta del mar. Pero a estas alturas yo ya no puedo decidir nada, y menos algo para él. He vivido mucho tiempo a su lado, yo sólo soy la rodilla de sus piernas, esas que cuando mueve me arrastran sin consultarme.
Vivir con Esteban es lo peor que me ha pasado, y escribir esta carta es la única manera que tengo para desahogarme.
Lo conocí el 5 de febrero en una reunión en el Hotel Alba, la mayoría de los becados por la vicepresidencia vivimos en el Anauco, y cuando la juventud del partido debe reunirse en coalición urgente todos nos vamos a un salón que está en el sótano de la cocina del restaurant. Cuando lo vi venir me quedé perplejo. Era él, él mismito. Un calvito, un poquito bastante alto, hace poco más de un año fue el ministro de la secretaría más joven que había tenido Venezuela. Cuando salimos de la reunión habíamos creado el Frente de Juventudes Bicentenarias. Todos pensamos que a nuestro líder espiritual y político le encantaría la idea.
En estas reuniones siempre se toma asistencia de quienes van, no se puede olvidar que primero que nada está la revolución y la vida de hijos consentidos de papi que no tuvimos al nacer y nos dio la revolución. En la asistencia uno copia la cédula, el número de teléfono y el email. Supongo que de ahí fue donde sacó mi número para invitarme a la rumba más extrema de mi vida.
Me escribió el lunes de carnaval en la mañana y me dijo que nos veíamos en el lobby del hotel a las nueve de la noche, que él traía los disfraces y luego nos los poníamos. Cuando ya estaba en el Mercedes clase c del moreno, cogimos rumbo al este, el lugar más criticado por los revolucionarios pero donde a ellos les encanta vivir, trabajan en el oeste, viven en el este. Subimos por el distribuidor de Altamira y pensé que la cosa era o en la casa de Diosdado en entre la Castellana y el Country, en la Quinta que se llama Santa Bárbara, o en que íbamos rumbo los Palos Grandes al Pent House del otro Calvito que es alcalde del centro de South Park.
Cuando llegamos al apartamento nos abrió una Garota pelo amarillo, bien rasurada pero con los senos de papel toilet más chimbos que había visto en mi vida y un bulto en la tanga, por la cara en forma de huevo supuse que era el dueño del apartamento. Yo iba disfrazado de Petter Pan y mi moreno de Campanita. Lo primero que me ofrecieron fue algo que me habían dicho que existía y yo no lo había querido creer. Sacó de un estante lleno de bebidas una de las muchas botellas que había de Jhonny Walker edición especial 100 años que el gobierno bolivariano le encargó a la destilería. Éstas, a diferencia de la botella y la caja normal de esa edición especial, tenían en la etiqueta una insignia que decía “Bolivarian Revolution Special Gift”. Estas eran usadas como regalo para los invitados especiales de la revolución y hasta donde yo tenía entendido sólo estaban en Miraflores, pero esos chismes a mí no me gustan, asi que dejé de pensar y palo adentro con el Walker. Ese fue el primer palaso de la noche.
Al rato de estar en el apartamento salió de uno de los cuartos vestido, o mejor dicho trasvestido, el mismito que tomó un canal de TV cuando el “por ahora”. Tenía un disfraz de la princesa Jazmín de Aladín, que le quedaba asquerosamente horrible, al parecer la Garota y Jazmín ya habían comenzado su fiesta.
Yo sabía para qué se me invitaba, esta era una práctica común entre los militares, y los civiles que recién llegaban al clan lo adoptaban como algo natural. Alguna vez le escuché decir a la hija del ex gobernador de Mérida algo así como “Mi papá siempre dice que los militares no son maricos, que sólo les gusta mamar güevo”. Así que si la cosa era sólo una que otra mamadita, pues mi joven boquita revolucionaria esa noche estaba preparada para llenarse de la leche de los nuevos dueños del país. Entre la bulla de la música del toca discos –porque a las princesas, una amazónica, la otra árabe, entre las excentricidades que tienen está la de oír música grabada en LP en toca discos–, empezamos con Rudy la Escala, luego pusieron a Divine, yo pensé que cuando llegara el que estaba en el programa de televisión nos poníamos a bailar el pasito este de “Es o no es” que ponen en todas las Horas Locas.
A eso de la una llegó un gordito alto, de barba, con un vestido –porque eso no es un disfraz, a él le gusta vestirse así, más que a los otros– de marinerito, como los que usaba Kiko en el Chavo, y una gorra negra de las que utilizan los Capitanes de Navío en las fragatas que de un lado dice F-22, creo que esa es la Brión, y según dicen ahí fue donde él pagó servicio militar hace bastante años, y también donde le partieron el virgo.
Apenas llegó el Capi, como le decía Jazmín, preguntó como Esteban un día que vino Evo a pedir plata, “¿Dónde está mi coca?”. Tras inhalación profunda del Capi, Campanita puso un disco de Wilfrido Vargas y comenzó a bailar una coreografía donde se agarraba las alitas y las batía mientras pegaba brinquitos como si estuviese volando y cantaba “Tengo un jardín de rosas hermosas, tengo un jardín de rosas y son todas para ti”. Cuando decía "Para ti" se acercaba a mí y me iba dando besitos, y cuando decía "De rosas hermosas" iba quitándole prendas de vestir a los demás, hasta que todos nos pusimos a decir “Yo las cultivé, porque un día te quiero ver a ti y te entregaré en mis flores todo mi amor por ti y te veré caer en mis brazos loca de amor por mí”.
Ahí fue que la cosa se puso sexi, porque el Capi se soltó su verguita y Jazmín le brincó encima y comenzó la felación, mientras la Garota se agachó como si fuese una secretaria sexi que recoge un lapicero y Campanita le brincó encima. Yo, a todas estas, tenía una cámara y los iba grabando. Fue entonces cuando entendí por qué me habían invitado a la fiesta. Cuando princesas, hadas y marineros estaban gimiendo, gritaron "PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE, VENCEREMOS".
A la mañana siguiente vi a la Garota envolver el video como un regalo y le dijo a Jazmín: "Tú que vas al Palacio, llévale nuestro regalito al Jefe".
Mensajeros de la alucinación y el desconcierto, intérpretes del retroceso y el caos, despistados seguidores del progreso y cultores del humor, la sátira profana y la melancolía a secas, quienes escribimos en este blog apuntamos a la ficción anti-imperialista y paranoica, a la especulación conspirativa perenne en que la imaginería esquizoide de Esteban de Jesús nos ha imbuido. Y como además un privilegiado intérprete de su pesadilla más recurrente (el optimismo opositor) es ahora perseguido y acosado y se ha convertido en uno de sus principales objetivos políticos acallarlo y neutralizarlo, vaya entonces este modesto blog en apoyo al delirio futurista de Laureano Márquez por una Venezuela sin Esteban. Porque... Pst. Sí, Esteban. Así, bajito al oído: la conspiración continúa...
El poder de la ficción
Palabras de Julio Ortega: «[En Latinoamérica] la literatura se ha convertido en la prueba de nuestra sobrevivencia moral».