viernes, 26 de febrero de 2010

Muerto el perro se acabó la rabia (un complot)


Por Boris Angulo*

Muerto el perro, se acabó la rabia, dijo alguien, pero no se supo quién.

Lo que sí se sabe es quién es el perro y de quién la rabia. Sépase que la rabia no es del perro, no, decía uno de los presentes (no se podría saber quién, había un problema visual: el relator era ciego), la rabia es del pueblo, la ira es de la gente, es más, o mejor dicho, la furia es de nosotros, porque los jodidos somos nosotros, siempre lo hemos sido, pero, quizá no siempre lo seremos. Y, el perro, aún no muere, pero ya morirá, dijo otro.

Ya vamos a empezar, falta Botticelli, piensa Picasso.

Miguel Ángel, con parsimonia ridícula, como si abriera un frasco de TNT, está destapando lentamente la primera botella. Hay cuatro botellas de ron incluyendo la que ahora está abierta. Debimos comprar whisky o cerveza, pero ya qué carajo.

Me molesta el humo en la cara, parece que me persiguiera sólo a mí, al más güevón, al que no fuma, debería empezar a fumar a ver si deja de buscarme… Me arde la garganta, no encuentro ni una bocanada de aire. Esa serpentina de seda gris, sinuosa, fantasmagórica, se desprende del cigarrillo que se aferra ligeramente a los labios de Renoir. Él y sus malditos cigarrillos, fuma como una puta presa.

Afuera se escuchan las rechinantes cornetas ahogadas en el tráfico. Como una garra que lo destroza todo, penetra el rugido incesante de los autos, de los autobuses, soltando sus vómitos negros hacia el cuarteado y desgastado cielo, tal vez intentando sellar las grietas que han causado (los vómitos rojos) los motores pasando aceite y que seguirán causando aún mucho después del después de todo.

¿Quiénes serán estos tres tipos?... Bueno, no me importan, tal vez los trajo Picasso. Pero es mejor no confiarme de nadie, ni siquiera de mis mejores momentos de lucidez, el más enano de ellos tiene pinta de rojizo. Ahí está Botticelli. ¿Qué habrá pasado? Parece que hubiera visto al Diablo.

—¡Tenemos que largarnos de aquí pero lo que se dice ya! —dice Botticelli— Recojan todo, dos minutos y comenzamos a salir, de dos en dos. Nos vemos mañana en La Veinticinco a las diez.  

—¿Pero qué coño pasa?

—Nada, que nos echaron paja. Alguien se rajó. Afortunadamente la paja cayó en un oído de los nuestros.

—¿Quién coño fue?

—No sé, pero sabré. Mañana nos vemos a las diez de la noche en la veinticinco.

La Veinticinco. 10:13 pm.

En el dogout del viejo estadio hacíamos las reuniones, éramos apenas unos carajitos ilusos tratando de cambiar el país, de eso ya hace ocho años. Era un buen lugar el estadio, sin dudas. Hubiésemos podido esconder las armas ahí. Ahora estamos en La Veinticinco, qué cagada, ya no queda nada privado ni de nosotros en esta mierda… Seguro el delator no está aquí hoy. ¿Quién será el jeta suelta? Cuando sepamos ya verá lo que le sucede a los sapos.

No son muchos los guardaespaldas. Será fácil porque él jamás se lo espera de venezolanos (¿su pueblo?, ¿su gente?). Se lo espera de los gringos. O tal vez sí se lo espera de venezolanos, pero ayudados por los gringos. Se arregla esta vaina o se termina de joder. Siempre han dicho que una guerra civil y tal, pero qué coño, nos reventaremos a plomo limpio. Lo que sea para devolverle al país lo que le fue arrebatado, esa tranquilidad del ignorante, la ignorancia es dicha.

El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura, dijo alguien, y fue Unamuno. Sin embargo, si algunos terceros pudieran estar reunidos todo el día en La Veinticinco, y parte de la noche, sabrían que en este país ya no basta con darle cien veces ni mil, escucharían el constante e incansable martillar sobre el metal en el taller de Cheíto. Aquí mismo puede verse y escucharse, no a alguien que se sienta –a veces– en la silla de Miraflores y que la mayoría del tiempo está viajando por el todo el mundo, no, es aquí, un poco más cerca, a media cuadra de La Veinticinco, donde un hombre de cincuenta y ocho años, con pequeñas gotas en la frente –tal vez de sudor–, se nutre la esperanza con el sueño (inconsciente, quizá no) de arreglar un país, reparándolo todo a martillazos y a lija, con la piel de las manos como forradas en concreto, con un tiempo que se le evapora sin poder condensar nada de él ni para reparar el portón del garaje donde latonea los carros, él mismo portón que los tipos aquellos le torcieron para sacarle las herramientas con las que intenta, con miles de brazadas de diferencia, ganarse (y ganarle a) la vida.

Otra vez los tipos estos. No pudo haberlos traído Picasso. Picasso no conoce ni a su madre, es como un miserable ermitaño, un perfecto misántropo. Pero siempre intentan hablar con Picasso. Renoir debe saber:

—¿Quiénes son esos? 
—No sé, dicen que son unos carniceros, dizque unos tipos con bolas aceradas.

—¿Ajá?

—Sí, dizque unos matones con mercurio en la venas.

—¿Ajá?

—Dizque serían capaces de matar a sus propias madres.

—¿Ajá?, ¿y quién los trajo?

—Los trajo Miguel Ángel.

—¿No habrá invitado también a unas putas para que nos terminen de joder?

—Tranquilo, Da Vinci, tú y tu prostitufobia, deja los nervios. Miguel Ángel no es ningún loco.

—¿Ningún loco? Locos vamos a quedar nosotros cuando ni nos demos cuenta de quién nos partió el culo. Aquí se vuelve loco cualquiera al que le den a oler billete del grueso, de ese que aparece en un monitor. Por eso es que está loco ése que vamos a bajar de donde está montado.

—Ya, deja el cague que Botticelli no nos va a dejar caer… Mira, acaba de llegar.

—¿Estamos todos? —pregunta Botticelli.

—Sí, jefe, tal vez falta el hijo de las mil putas que nos sapeó. O tal vez está aquí mismo entre nosotros, quién sabe.

—Calma, Da Vinci, calmadito, te necesito calmado. Ya resolví lo del sapo y no está aquí… Picasso, dime, ¿cómo está ese pulso?

—...

Picasso no quita la mirada de Botticelli, no pestañea: una mirada metálica, fría, hueca. Asiente, baja apenas unos centímetros la cabeza y la regresa a la posición original.

Este Picasso tiene los nervios de hierro, piensa alguien.

—Así me gusta, Picasso, que tu pulso sea mejor que el de tu nombre. Ya llegaron las armas, están en el cementerio, en la tumba Rembrandt. El viejo Moncada se portó a la altura, ese viejito es de los buenos, de los que no se oxidan.

—Jefe, ¿dónde está el tipo ahorita? —prengunta alguien, tal vez Da Vinci, pero no es seguro.

—Está en Bolivia. Llega mañana porque pasado mañana va a venir el Castro. Lo haremos como lo planeamos. El día de la marcha. Después de que Castro se vaya, que eso será el sábado, nos instalamos, con todo, donde Miguel Ángel que ya debió haber arreglado lo de la conserje y el italiano de la zapatería.

—Arreglado.

—Renoir, ¿cómo vas con Tintín?

—Listo: banderas, franelas y gorras rojas de las más comunes.

—Miguel Ángel, ¿cómo están Atos, Portos y Aramis?

—Mírelos, podrían dar el coñazo hoy mismo.

—¿Hay alguien que no esté listo?

—...

—¿Alguien quiere agregar algo?

—...

—Okey. Ahora, vayan a sus casas, descansen. Nos vemos mañana aquí mismo, a la misma hora.

¿Valdrá la pena toda esta mierda de matar al loco? Lo que me asusta es que se ve demasiado fácil. Por supuesto que a Picasso no le importa porque no tiene ni madre ni esposa ni hijos ni un carajo, su vida es ese rifle. Pero yo, dejar a Marta y a Laurita, solas, en este país de mierda, pero mierda porque en eso lo convirtió ese estómago autoritario... Aunque si acabamos con él todo tal vez iría mejor, (¿cómo que tal vez?, claro que iría mejor) y ya no sería tan duro para ellas. Al menos nadie les quitará lo que yo les deje, que no será mucho… Ya pienso como un muerto que pudiera pensar, será mejor que descanse…

La Veinticinco está prácticamente desierta: la ocupa un viento débil que no encuentra asidero ni escape de aquel callejón sin salida y donde, desesperadamente, una cálida brisa intenta diluir el rojo graffiti de viva la revolución que se aferra al friso de la pared de Cheo y que tiene una equis negra intentando inútilmente tacharlo. El reflejo de la bombilla del poste que deja caer una franja amarilla en la calle no se inmuta con los martillazos del frente, los ignora totalmente. Buscando la salida de la calle ciega, y luego subiendo por la carretera, comienza a disminuir el sonido de los golpes sobre el metal. Cien pasos más y ya no se escucharán. Pero comenzarán a oírse, a medida que vaya apareciendo la plaza, ya en la primera esquina, los ronquidos de la vieja Altagracia que, aprovechando la penumbra que circunda la estatua, duerme plácidamente a los pies de un Bolívar entristecido por su actual país, tal vez logre reponer las fuerzas suficientes para encarar este otro nuevo día que ya comienza, y que de “día nuevo” para ella, sólo tendrá un día menos en su vida.

La Veinticinco. Día siguiente. 10:10 pm.


Lograron escapar Da Vinci y Miguel Ángel y algún otro (no se recuerda quién) de aquella sangrienta afrenta. Escaparon no muy ilesos, pero no como quien escapa, huye, o llora en una celda después de recibir un Golpe de Estado, no, no por cobardía, sino para no rendirse, y no lo hicieron. 

Moriremos, pero no hoy, no sin intentarlo, decía uno (o pensaban todos). Se escondieron nueve meses en la dulce miseria de la esperanza, y volvieron a nacer. Para entonces se habían unido Monet y Van Gogh. Fueron recorriendo el país incansablemente, como ratas pero sin rabia, o con rabia pero de la buena. Cheo ya había dejado de darle al martillo, pero por él habían nacido cientos, y miles de equis sobre los viva la revolución, y los que no tenían equis tenían un agregado inmenso pero en Cuba.

Eso tenía escrito alguna de esas desteñidas hojas que una única vez tuve la oportunidad de leer. Quizás sea el diario de un difunto cobarde o los planes realizados de un valiente soñador. Supongo que pronto lo sabremos.



Dos años después.


La Veinticinco. 10:37 pm. 

La misma Veinticinco ya no es la misma después del después de todo. Todavía hay celebraciones allí. Parecieran no terminar. Por ahora hay planes de que será un monumento a La Libertad Inefable. Por ahora no, ¡hay que celebrar, carajo! Hasta que reviente el hígado. Ese frasco de TNT que abre Arturo… Es decir, Miguel Ángel, debe ser el mil y pico. 


*El autor de este relato fue el único dispuesto a firmar con su propio nombre. Sin duda un valiente dirá su lápida.

16 comentarios:

Unknown dijo...

HASTA AHORA ES LO MEJOR QUE HE LEIDO EN EL BLOG, PERO NO ESTOY DE ACUERDO CON LA ALTERNATIVA DEL ASESINATO DEL PRESIDENTE, QUE DEBATE SE PROPONIA ABRIR EL AMIGO ANGULO CON SU TEXTO??
SALUDOS

Miguel Angel dijo...

¿Coño y ahora cómo hacemos la vaina? Bueno ya están avisados, la conspiración continúa...

yanet rincon dijo...

me gusto bastante el cuento pero tengo una sugerencia me parece que el magnicidio siempre es una salida facil, pienso que seria mejor imaginar que la salida democratica es posible.
aplaudo la iniciativa del pero no estoy del todo de acuerdo con lo que proponen.

Fabián Coelho dijo...

Estimada Yanet, evidentemente como veo que reconoces, se trata de un cuento, de ficción, y por supuesto las posiciones esgrimidas desde el territorio de la ficción no implican necesariamente la postura política en la realidad real de su autor. Espero que comprendas que en este blog priva la reflexión y la especulación. Y los puntos más radicales en cuanto a este aspecto te los encontrarás siempre en las etiquetas de ficción. Entiendo que tengas posturas opuestas, pero en todo caso lo sano y lo maravilloso es crear, tener y mantener estos espacios para la reflexión y la inconformidad, lo que habla de la profunda convicción democrática que tenemos.
Gracias por tu visita y espero que nos sigas acompañando en el futuro.

Anónimo dijo...

Simplemente excelente pero tan excelente como triste ya que es la triste realidad

Unknown dijo...

excelente!!!! estas escribiendo con mucha agudeza, siempre admire eso de ti felicidades!!!!!

alberto dijo...

me parece un poco exagerado. Siempre ante un problema de solución complicada se plantea una salida fácil, ignorando la realidad misma de la sociedad, producto de la rabia enquistada de dimensiones inconscientes. Es mejor tratar de entender la naturaleza misma de los acontecimientos que nos conducen por estos caminos y asi plantear soluciones un poco mas coherentes con el fin mismo.

Anónimo dijo...

el cuento tiene mucha de nuestra realidad... Es beuno saber que aun existen estos espacios donde hay libre expresion y donde nuestros pensamientos son directos. El cuento estuvo divino relamente me atrapo debido a q lo lei completo y no lo de a medio andar.

Yeli dijo...

Felicitaciones por el cuento esta excelente, tiene muchas cosas para comparar con la situaciones de la vida real....Exitos para el autor ... Saludos

Boris Angulo dijo...

Disculpen lo tardío de las respuestas, supongo que algunos creyeron que ya burilaban mi lápida.

Ana Teresa, respeto que consideres que mi texto es (o era) lo mejor del blog, pero difiero bastante, pues me inclino por otro par de cuentos de simpleza aparente pero acerados por dentro. Igual celebro que te haya gustado. Lo del debate: ninguno. Para mí no tiene discusión, ni siquiera planteamiento, la alternativa racional final a la que debería recurrirse -como solución a la problemática actual- es el magnicidio, pues haría lo que fuera necesario para no convertir a Esteban en un mártir. Sin embargo, creo en otros magnicidios, acabar con el nombre, con la imagen, pero en vida y limpiamente. Insisto, quien mantiene en el trono a un rey no es él (la historia lo reafirma) por mucho que sea su poder y dominio, somos nosotros, y sólo nosotros podemos destronarlo.

Miguel Ángel, tranquilo, calmado, ¿cuántas botellas quedan?... La conspiración continúa.

Yanet, te aseguro que mejor no lo hubiera hecho yo, me parece que la respuesta de Fabián basta. Igual bien porque te gustó.

Excelente, Fabián. Mejor imposible. A propósito, gracias por burilar mi lápida. Divertida acotación.

Anónimo, así es, la realidad, en su sentido perfecto, siempre será triste, dolorosa, amarga, si no viene acompañada con alguna de estas consecuencias, seguramente está ablandada o adornada o anestesiada, y eso ya la convierte en mentira.

Prince2000, gracias por tu opinión. Felicidades para ti también.

Alberto, no sabía si responderte o dejárselo a Fabián que sí es escritor y quizá tiene más tacto del que yo pueda tener. A ver, ¿alguna vez leíste El Principito?... ¿O Metamorfosis o Las mil y una noches? Más claro: ¿puede un cuento (ficción) ser exagerado? Yo no lo sé ni quiero saberlo, no quiero ser el que frustre o encasille el arte, así que esta última pregunta que te hago es netamente retórica. Ahora vamos con lo otro. Sé que has oído o leído sobre Albert Einstein, ¿conoces la ecuación de la relatividad?, hasta en comics para niños la muestran; y de forma comparativa, ¿conoces la de Schrödinger? ¿Cuál de ellas te parece un planteamiento sencillo? ¿Hasta qué punto un planteamiento es una solución? ¿Qué cortina impalpable separa la realidad de la ficción? Lo más importante, Alberto, y ya para ir terminando, ¿sabes qué es un cuento? Te revelaré un secreto, según los duchos (yo no) en el asunto: mi texto es un cuento. Gracias por opinar, siéntete libre de hacerlo con honestidad aun frente a toda mi hostilidad.

Gracias a los complacidos tanto como a los desilusionados, por sus voces y expresarse, no acallen nunca, ni aquí ni en ninguna parte, mucho menos ante un hombre, porque ese día, dejarán de ser libres.

Boris Angulo dijo...

Anónimo, gracias por tu tiempo y no dejar la lectura a medio andar. Qué bueno que te atrapó, sólo espero que ya te haya soltado (risas nerviosas).

Yeli, gracias por tus deseos y por tu comentario. Buenos deseos para ti también.

Roberto Angulo dijo...

Exelente historia, sea cuento, ficcion, chiste, realidad, etc. Simplemente el que abre este blog, es para LEER y no ver "muñequitos". Este tema se encuentra justamente en la seccion de ficcion y no en la de amor. Es como aquel que compra una entrada al cine para ver a SUPERMAN, y salga criticando o protestando porque el personaje VUELA.

Me parecio muy buena, y al estilo tipico y propio del escritor. Que lo diga el amigo Fabian.

Y al escritor, queremos ver otra historia de ficcion donde... pudieramos encontrarnos hasta con un monstruo, como una especie de reptil, etc.

Boris Angulo dijo...

Roberto, muy lúcidos tus comentarios. Estuvo genial lo de Superman. Tomaré en cuenta lo de otro texto, y lo del reptil, bueno, sería otro animal, quizás el primo-hermano de King Kong, que justamente está en Venezuela, tomándose toda el agua y comiéndose los cables eléctricos. (Risas grotescas).

Monique03 dijo...

Hola, bueno me parece q`esta muy objetivo, aunq`quizás esa sea su idea Sr Boris, en fin preferiría tener q imaginarme un poco mas quien es el perro en cuestión jejeje, comparto su necesidad de expresar la situación y de hallar la salida, pero como dicen por allí no hay mal q`dure 100 años ni cuerpo (pueblo ) q`lo resista!!!Pero me toca decir q felicidades empieza a creer mucho mas en ti , porq`yo ya lo hago! Saludos. Tkmmmmmmmmmmmmmmmmm

Juan A. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan A. dijo...

Iron Hide, Hasta ahora lo leo, más que un cuento, a éste tiempo de comentar, me parece una profecía, la más pura intuición condensada. Excelente my blood.